miércoles, 25 de julio de 2007

Capítulo 50 - Agua

Evocación...

El apartamento parece haber encogido. A pesar de estar ahora vacio, despojado de mobiliario, de calor, de vida, se torna más pequeño que nunca.
Es la hora de marcharse, pero permanezco de pie, en la puerta... Lo veo todo tal y cómo era: ahí un sofá, en frente estaba la mesa, una vez se me cayó aquel cenicero de piedra encima... dejó una marca en el costado... Allí una estantería guardaba los libros y aquella foto, la de nosotros, la que nos hicimos el día ese... Ese en el que llovió, cuando me enamoré de tí...
Compré un cuadro, estaba en esa pared, al lado opuesto de las ventanas, siempre me gustó pero nunca acabó de convencerte.
En la cocina, los muebles permanecen, sólo falta la mesa, esa mesa testigo de nuestro paso por aquí, de nuestos secretos y conversaciones en la mañana.
La habitación está irreconocible... Ya no están mis cosas, no están tus cosas. La cama, donde tanto besos nos dimos y donde tuvimos algunos de nuestros mejores y peores momentos se ha desvanecido, como lo hiciste tú; sólo quedan recuerdos, mis recuerdos... Recuerdos de cuando estabas, recuerdos de cuando reías, cuando llorabas, cuando abrazabas, cuando amabas, cuando al fin te fuiste...
Recuerdo aquel día, lloré desconsolado... Sólo sabía culparme a mí mismo, por dejarte ir... Me culpé a mi mismo millones de veces antes de dejar de llorar; no las conté, pero seguro que fueron más. No había sabido quererte, deje que te fueras una mañana, sin retenerte como había hecho otras veces. No lo hice y tú te fuiste y ya no regresaste... Nunca podré saber cuál fue tú último pensamiento, cuál era tu mayor deseo, cómo serían nuestros hijos, cómo serías con canas. Tuve que conformarte por verte de lejos, a través de un cristal, sin poder tocarte, olerte, besarte... Tantas ideas y posibilidades de lo que podría haber sido y nunca será. No podré alcanzar ningún día el sentido de tu pérdida.
Cuando te perdí, lloré hasta que la lágrima se tornó sangre eliminando hasta la última gota de agua en mi esencia... Fue entonces cuando comprendí aquellas palabras: dicen que cuando pierdes a alguien a quien quieres pierdes una parte de tí, y es cierto: lloré hasta el punto de vaciar todo el agua de mi cuerpo, y así, la metáfora se convirtió en realidad, pues cuando te perdí perdí parte de mí, más de la mitad, el sesenta por ciento y así, contigo, pasó mi momento, quedé suspendido a la espera de una reconstrucción que pese a remiendos y zurzidos nunca será efectuada. Cuando moriste quedé limitado a un mero cuarenta por ciento.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

T_T idiota! >_<

Zitrone dijo...

Genial ese sesenta por ciento.
Un gran relato.
Besicos de limón

Sat Nam dijo...

¿40%? Por diox, qué poco :P