jueves, 29 de noviembre de 2007

Capítulo 70 - Vejez

Y ya, cansado de una larga vida,
quedó satisfecho y relajado.
Se deshizo de ropajes lacerados,
de su pelo y piel ennegrecida.
Arrojó sus pensamientos,
pues ya le eran inútiles.
Recuerdos infantiles,
olvidó cosas a cientos.
Viajó a tierras altas,
inexpugnables, solitarias.
Purgó todas sus faltas.
Solo ante el mundo
quedó convertido en piedra.

domingo, 25 de noviembre de 2007

Capítulo 69 - Dechen

Sus padres eran unos yuppies, cosmopolitas sin escrúpulos que lo daban todo por su trabajo. Por desgracia, su pasión, el trabajo, les traicionó. Fracasaron laboralmente y quedaron destruidos a nivel moral.
Entonces, comenzaron a recorrer el mundo, buscándose a sí mismos, trataban de encontrar su nuevo lugar en el mundo. Fueron desde Islandia hasta Acapulco y desde allí hasta Ontario; pasaron por Camberra, Tijuana, Sudáfrica, Corea y multitud de sitios más; finalmente, llegaron al Tibet. Allí se sintieron reconfortados y encontraron su lugar.
Se establecieron en el interior de España, en la zona rural. Allí, construyeron una granja de pollos y fundaron un hogar para su recien concebida hija: Dechen. Su nombre, proviniente del tibetano significaba "Gran dicha". No sabían, al ponerle este nombre, cuán irónico resultaría.
La muchacha pasó la juventud en soledad. Cuando comenzó a ir al colegio de el pueblo más cercano, los demás niños la aceptaron y jugó con ellos, pero no tardaron en huir siquiera dos semanas: la niña tenía una personalidad tan absorbente y agotadora que ninguna persona, salvo sus padres que la ignoraban por inercia, podía soportar el agotamiento que suponía su presencia. Apaliaba ella esta soledad jugando con los pollos a los que perseguía hasta la extenuación y después estrujaba entre sus fornidos brazos.
A medida que crecía, por influencia de sus padres, aun yuppies en sus almas, sustituyo a las gallinas agotadas por los libros y el trabajo duro. Estudió con esmero durante todos los días del año y fue refinando su educación. No obstante, su escaso conocimento del mundo más allá de sí misma, sus padres, las gallinas y sus libros -que como ella sabía eran sólo libros-, le hacían sumamente inocente a cualquier influencia externa.
Por influencia victoriana, tal vez de Jane Austen o de algún otro, comenzó a preocuparse por su aspecto y posición y drásticamente, consentida por sus padres, paso de manceba de pueblo a dama rural.
Y esa era su imagen al final de la adolescencia: una joven y fornida muchacha de aspecto cuidado a la vez que algo burdo que buscaba una posición social más allá de la granja de sus padres, para poder desposarse con algún buen señor. Se sirvió de buenos modales y coraje y salió al mundo a cumplir su cometido.
Fue aquí cuando se cruzó en mi camino, en las tierras de ultramar, allá en el norte. Se la veía confiada, cierto. Se la veía educada, también, cierto. Pero su presencia desvelaba otras certezas más profundas. Ni su educación, ni sus intenciones le otorgaban inteligencia y carisma personal. Tratar con ella era como tratar con una cuarentona de 7 años que carecía de inteligencia, como un cacahuete, y llegaba a exprimirte hasta un punto que eras incapaz de ridiculizar.
El contacto con ella fue breve, a Dios gracias, pero su marca perdura y ha dejado una idea grabada a fuego en mi mente:

Dechens del mundo unios, soportaos y desapareced.

domingo, 18 de noviembre de 2007

Capítulo 68 - Última voluntad

Cuenta la tradición, que el maestro napolitano Gregor C. Hüssendolfer, en su lecho de muerte, mandó llamar a sus discípulos. Éstos, que eran cuatro, acudieron rápidamente con excepción de uno, Christofer Void, el menor de todos ellos, que no se presentó.
Así pues, Hüssendolfer invitó a tarta a tres de sus discípulos y, acto seguido, mandolos a por el cuarto. Hüssendolfer no moriría sin ver primero a sus cuatro discipulos.
El mayor de los discípulos, William Schnell, conocedor de los secretos del agua y el listín telefónico, no pensó ni cinco minutos para decidir visitar los burdeles próximos. No es que Void soliera pasar su tiempo allí. Lo cierto era que Schnell, tras sus cincos minutos de intensa búsqueda espiritual, se sentía agotado y había decidido hacer un alto en su camino para descansar en algún burdel.
El segundo, no con más vitalidad, era conocido como Kurt "Sapiente" Harris. Se había ganado el título de "Sapiente" no por sus extensos conocimientos -de los que carecía-, sino por un defecto en el habla que producía la apertura excesiva de las "e" en algunas ocasiones. Para colmo, el muchacho, que había visto mundo, llevaba tatuada en la espalda una "sapiente" de cascabel. Se le consideraba capaz en... se le consideraba in-capaz. Por lo tanto, de acuerdo con esta consideración, "Sapiente" optó por quedarse y buscar a Void entre el merengue y mientras tanto, comer más tarta.
El tercer discípulo, tenía dos dedos de frente y su nombre era UNO. La explicación a este nombre es que fue "Un Niño Obediente" lo que pidieron sus padres en la carta a los Reyes Magos cuando él fue concebido y, en honor a sus majestades, así fue bautizado. Era quizá el más sabio de los cuatro aunque también el que tenía menos iniciativa. Estas cualidades le hacían el mejor para adquirir el pesado conocimiento de las piedras. Como UNO que era, él sí fue en busca de Void.
Encontrolo en la plaza, con el sacerdote, Marcus Prego. Debatían acaloradamente sobre ponerse a la sombra pero no hallaron resuelta su disputa pues UNO, que en su juventud siempre había sido amable, había crecido y Void fue cogido por el pescuezo y arrastrado hasta su maestro.
Cuando llegaron "Sapiente" daba saltos y exclamaba: "¡Lo encontré, lo encontré, aquí estaba!", por la puerta apareció Schnell, ya satisfecho. Pero Hüssendolfer llevaba muerto un rato. Se cansó y abrió los ojos, tomo aire... y sopló, ¿qué iba a hacer si no? Después de soplar, dijo:

- Mis queridos discipulos... Después de tanto tiempo, es un placer conoceros.

Y entonces el maestro napolitano pereció, ahora en serio, y, aquella noche, sus discípulos cenaron napolitanas.

sábado, 17 de noviembre de 2007

Capítulo 67 - ¿Qué tal?

- ¿Dónde están las llaves?
- Están dónde las dejaste la última vez.
- ¿Qué vez?
- La siguiente a la última que recuerdas. No olvides que ayer saliste.
- Ya. ¿Y dónde era eso?
- No lo sé, fuiste tú el que salió.
- Digo que dónde dejé las llaves.
- Donde quiera que estén las llaves.
- Bien. Eres de mucha ayuda...
- ¿Las ves ya?
- No, las llaves. No las encuentro.
- Mira a ver en la puerta.
- Eso tiene sentido.
- Sí. Hacia dentro.
- Pues no, aquí no están.
- Mira en el cerrojo.
- Aquí dentro sólo hay oscuridad.
- Pues entonces no están.
- ¿Y quién las tiene?
- El cerrojo no.
- ¿Te hace gracia?
- No. El cerrojo es alguien muy serio.
- ¿Eso es un sí?
- Es un cerrojo.
- Debería ser yo el que te cerrara el ojo...
- No, tú deberías encontrar las llaves...
- ¿Por qué?¿Qué hora es?
- La hora de recordar.
- ¡Pero que ya te digo que no sé dónde están las llaves!
- Me refiero al reloj, se está quedando sin cuerda... Ya. Las 9:35
- Llego tarde.
- Bienvenido.
- Ahora me marcho.
- ¿Y me dejas aquí con él?
- ¿Con quén?
- No, nada. ¿Y las llaves?
- ¿Qué?
- ¿Las tienes ya?
- No.
- Vale.
- Adiós.
- Adiós... ¿Y tú qué tal?

domingo, 11 de noviembre de 2007

Capítulo 66 - Libro Suicida (Informático)

Lo primero de todo, mentaros que yo de informática poco. Y ahora, el texto:

Cierto día, un archivo llamado "Poemas Romanticistas.doc" fue situado en el escritorio junto a la Papelera de Reciclaje. El documento, nervioso, le dijo a la Papelera de Reciclaje:

-Eh, oye, Papelera de Reciclaje maldita, aléjate de mí o me eliminarás y nadie podrá leerme.

A esto, la Papelera de Reciclaje respondió que por qué iba a alejarse si ella vivía de archivos eliminados que, de hecho, no desaparecerían hasta que se los quitaran a ella. Según su punto de vista, el documento debería tener miedo de que, si en algún momento le metían dentro de ella, no decidieran vaciarla y, por supuesto, del puntero del ratón.

"Poemas Romanticistas.doc" seguía desconfiando de la Papelera de Reciclaje, pero, de repente, se leyó a sí mismo y decidió que quería suicidarse:

-Papelera de Reciclaje... ¿Y tú no puedes eliminarme?
- Pues se supone que eso tiene que hacerlo el puntero del ratón...
- Anda, por favor.
- Vale.

La
Papelera de Reciclaje, personándose en un usuario de PC, trató de eliminar a "Poemas Romanticistas.doc".

Error al borrar un archivo o carpeta.
No se puede eliminar "Poemas Romanticistas.doc": Está siendo utilizado por otra persona o programa.
Cierre todos los programas que puedan estar utilizando este archivo e inténtelo de nuevo.

Entonces, apareció un virus de internet de esos que son tan prolíficos por las maravillas de WINDOWS y borró todos los archivos del disco duro empezando por "Poemas Romanticistas.doc".

domingo, 4 de noviembre de 2007

Capítulo 65 - ¿Y el 64?

Ehe, ehe, ehe...
Acabo de retornar, hará unos diez minutos, del pasado. No era un pasado lejano. De hecho este entorno, por ejemplo, no ha cambiado nada. Ha sido curioso regresar al 29 de Abril de este mismo año cuando, de madrugada me escabullí en mi propia casa y me puse a escribir.
Como resultado, tengo un gran empacho de palabras pues a lo escrito ahora hay que sumar lo escrito hace un rato (u ocho meses), podría haber pasado y no haber escrito hasta un tiempo después de mi regreso pero no quiero olvidar las cosas y no es plan de volver otra vez para recordarlas.
En fín, como dije, hay cosas que cambian y cosas que no y, nos guste o no, hay que adaptarse. No se trata de ser una veleta y dejarse llevar hacia donde sople el viento. Se trata de encontrarse a uno mismo e integrarse y adaptarse al mundo sin abandonarse a uno mismo. Y es que eso es algo básico en la vida: ya sea ahora o en cualquier época (hasta lo que sé) es necesario vivir dentro de algo o morir miserablemente.
Puede que mucha gente me diga que tener que entrar en una sociedad que no funciona y que manipula y coharta, o cualquier otra cosa, es renunciar a la libertad. Yo no lo creo. Creo que es posible cambiar las cosas desde dentro. Vives en un mundo y eso no puedes cambiarlo queriendo estar fuera. Si pretendes estar fuera, todo lo que consigues es nadar contra corriente, obcecado, y agotar tus fuerzas hasta que el rio te consume sin que llegues a lograr nada.
En mi opinión, negar lo evidente no sirve de nada, lo apropiado es tratar de reformar el edificio y sus cimientos desde dentro, si no sólo conseguirás derruirlo y podría ser peor.