viernes, 18 de mayo de 2007

Capítulo 32 - Ombligo

Muchas veces carecemos completamente de objetividad, todo se vuelve parcial y actuamos según dicha parcialidad, en nuestro propio beneficio. Pero, ¿y si ese estado de egolatria fuera algo permanente? Dicho sujeto recibiría constantemente los estimulos externos de tres posibles maneras: unos le resultarían, al encontrarse dentro de sus deseos, algo necesario -¿por qué no iba a ser así?-; otros le serían indiferentes, ya que no impedirían sus deseos pero tampoco se los proporcionarían; y los demás, que configurarían la mayor parte en sus ambitos sociales y, en ocasiones, incluso el medio aleatorio, le producirían un profundo malestar al estar dirigidos, desde su perspectiva, únicamente contra su ser y persona. El egoismo le conduciría, en estas situaciones, a la rabia, furia e ira que, cotidianamente, aplicaría sobre aquello con lo que se ve forzado a convivir. En esta situación, resulta harto improbable que pudiera llegar a obtener la felicidad, de un modo u otro, pues, cualquier circustancia destrozaría esa ilusión de felicidad que le produce la satisfacción del puro egoismo.
Resulta triste afrontar que se dan casos similares en el mundo y aunque no me gusta guiarme por la antipatia y juzgar las cosas, pues no me considero con derecho a ello, sólo puedo decir que ante este tipo de personas no puedo experimentar, cuando estoy calmado y "objetivo", más que lástima.

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