domingo, 25 de noviembre de 2007

Capítulo 69 - Dechen

Sus padres eran unos yuppies, cosmopolitas sin escrúpulos que lo daban todo por su trabajo. Por desgracia, su pasión, el trabajo, les traicionó. Fracasaron laboralmente y quedaron destruidos a nivel moral.
Entonces, comenzaron a recorrer el mundo, buscándose a sí mismos, trataban de encontrar su nuevo lugar en el mundo. Fueron desde Islandia hasta Acapulco y desde allí hasta Ontario; pasaron por Camberra, Tijuana, Sudáfrica, Corea y multitud de sitios más; finalmente, llegaron al Tibet. Allí se sintieron reconfortados y encontraron su lugar.
Se establecieron en el interior de España, en la zona rural. Allí, construyeron una granja de pollos y fundaron un hogar para su recien concebida hija: Dechen. Su nombre, proviniente del tibetano significaba "Gran dicha". No sabían, al ponerle este nombre, cuán irónico resultaría.
La muchacha pasó la juventud en soledad. Cuando comenzó a ir al colegio de el pueblo más cercano, los demás niños la aceptaron y jugó con ellos, pero no tardaron en huir siquiera dos semanas: la niña tenía una personalidad tan absorbente y agotadora que ninguna persona, salvo sus padres que la ignoraban por inercia, podía soportar el agotamiento que suponía su presencia. Apaliaba ella esta soledad jugando con los pollos a los que perseguía hasta la extenuación y después estrujaba entre sus fornidos brazos.
A medida que crecía, por influencia de sus padres, aun yuppies en sus almas, sustituyo a las gallinas agotadas por los libros y el trabajo duro. Estudió con esmero durante todos los días del año y fue refinando su educación. No obstante, su escaso conocimento del mundo más allá de sí misma, sus padres, las gallinas y sus libros -que como ella sabía eran sólo libros-, le hacían sumamente inocente a cualquier influencia externa.
Por influencia victoriana, tal vez de Jane Austen o de algún otro, comenzó a preocuparse por su aspecto y posición y drásticamente, consentida por sus padres, paso de manceba de pueblo a dama rural.
Y esa era su imagen al final de la adolescencia: una joven y fornida muchacha de aspecto cuidado a la vez que algo burdo que buscaba una posición social más allá de la granja de sus padres, para poder desposarse con algún buen señor. Se sirvió de buenos modales y coraje y salió al mundo a cumplir su cometido.
Fue aquí cuando se cruzó en mi camino, en las tierras de ultramar, allá en el norte. Se la veía confiada, cierto. Se la veía educada, también, cierto. Pero su presencia desvelaba otras certezas más profundas. Ni su educación, ni sus intenciones le otorgaban inteligencia y carisma personal. Tratar con ella era como tratar con una cuarentona de 7 años que carecía de inteligencia, como un cacahuete, y llegaba a exprimirte hasta un punto que eras incapaz de ridiculizar.
El contacto con ella fue breve, a Dios gracias, pero su marca perdura y ha dejado una idea grabada a fuego en mi mente:

Dechens del mundo unios, soportaos y desapareced.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Por qué tenías que meter a la Internacional Socialista en todo ésto?

Plagiador! ¬¬

Pingüino dijo...

Alberto... Si alguien metió a la Internacional Socialista aquí fue mis subconsciente. En cuanto a mí, es la primera noticia que tengo. :S