domingo, 18 de noviembre de 2007

Capítulo 68 - Última voluntad

Cuenta la tradición, que el maestro napolitano Gregor C. Hüssendolfer, en su lecho de muerte, mandó llamar a sus discípulos. Éstos, que eran cuatro, acudieron rápidamente con excepción de uno, Christofer Void, el menor de todos ellos, que no se presentó.
Así pues, Hüssendolfer invitó a tarta a tres de sus discípulos y, acto seguido, mandolos a por el cuarto. Hüssendolfer no moriría sin ver primero a sus cuatro discipulos.
El mayor de los discípulos, William Schnell, conocedor de los secretos del agua y el listín telefónico, no pensó ni cinco minutos para decidir visitar los burdeles próximos. No es que Void soliera pasar su tiempo allí. Lo cierto era que Schnell, tras sus cincos minutos de intensa búsqueda espiritual, se sentía agotado y había decidido hacer un alto en su camino para descansar en algún burdel.
El segundo, no con más vitalidad, era conocido como Kurt "Sapiente" Harris. Se había ganado el título de "Sapiente" no por sus extensos conocimientos -de los que carecía-, sino por un defecto en el habla que producía la apertura excesiva de las "e" en algunas ocasiones. Para colmo, el muchacho, que había visto mundo, llevaba tatuada en la espalda una "sapiente" de cascabel. Se le consideraba capaz en... se le consideraba in-capaz. Por lo tanto, de acuerdo con esta consideración, "Sapiente" optó por quedarse y buscar a Void entre el merengue y mientras tanto, comer más tarta.
El tercer discípulo, tenía dos dedos de frente y su nombre era UNO. La explicación a este nombre es que fue "Un Niño Obediente" lo que pidieron sus padres en la carta a los Reyes Magos cuando él fue concebido y, en honor a sus majestades, así fue bautizado. Era quizá el más sabio de los cuatro aunque también el que tenía menos iniciativa. Estas cualidades le hacían el mejor para adquirir el pesado conocimiento de las piedras. Como UNO que era, él sí fue en busca de Void.
Encontrolo en la plaza, con el sacerdote, Marcus Prego. Debatían acaloradamente sobre ponerse a la sombra pero no hallaron resuelta su disputa pues UNO, que en su juventud siempre había sido amable, había crecido y Void fue cogido por el pescuezo y arrastrado hasta su maestro.
Cuando llegaron "Sapiente" daba saltos y exclamaba: "¡Lo encontré, lo encontré, aquí estaba!", por la puerta apareció Schnell, ya satisfecho. Pero Hüssendolfer llevaba muerto un rato. Se cansó y abrió los ojos, tomo aire... y sopló, ¿qué iba a hacer si no? Después de soplar, dijo:

- Mis queridos discipulos... Después de tanto tiempo, es un placer conoceros.

Y entonces el maestro napolitano pereció, ahora en serio, y, aquella noche, sus discípulos cenaron napolitanas.

1 comentario:

Psiconodélica dijo...

mmmh
interesante historia filosofica...
yo tambien qiero napolitanas!
e dixo!